domingo, 10 de julio de 2011

Ladrones de bicicletas, "la película más humana".

LADRONES DE BICICLETAS. Por  Gabriel García Márquez  (publicado en octubre de 1950)

La producción de Vittorio de Sica -que se exhibe actualmente en un teatro de la ciudad- deja mucho que pensar acerca de los avances y las posibilidades del arte cinematográfico. Los italianos están haciendo cine en la calle, sin estudios, sin trucos escénicos, como la vida misma. Y como la vida misma transcurre la acción en Ladrones de bicicletas, que puede calificarse, sin temor de que se vaya la mano, como la película más humana que jamás se haya realizado.
En la diezmada Italia de la post-guerra, una bicicleta se convierte en la única condición para que un hombre, su mujer y su pequeño de nueve o diez años, sobrevivan al angustioso instante en que les corresponde luchar. En la película, la bicicleta se convierte en un mito, en una divinidad con ruedas y pedales con cuyo concurso -y sólo con él- el hombre será superior a su hambre. Desde la sencillez del título hasta la tremenda sencillez del final, la producción de De Sica no es otra cosa que la angustiosa búsqueda de una bicicleta robada por las calles de Roma, donde hay un vertiginoso, abismal, mercado de bicicletas, en el domingo más largo y más despiadado que un hombre haya podido vivir. Algún conocido mío, insatis­fecho del espectáculo, me decía: «Esto es una tontería. Un hombre buscando una bicicleta durante toda la película, para al final salirnos con que no la encuentra.»
Creo que es ésa la síntesis más exacta de Ladrones de bicicletas. Tan exacta, como equivocada y absurda la afirmación de que es una tontería. Yo quisiera poner al autor de ese concepto en las circunstancias del protagonista. De seguro, sin ser actor ni pretender serlo, representaría su papel con tanta propiedad, con tan angus­tiosa naturalidad, como lo hace ese hombre para quien la vida no es ya otra cosa que una bicicleta, que puede parecer insignificante a quien se ha fastidiado de todas las diversiones y resuelve refugiarse en un cine, por puro pasatiempo burgués.
Ladrones de bicicletas -y el número de quienes estarán en desacuerdo con este concepto es tan voluminoso que lo pierdo de vista- es una película invulnerable, de las muy contadas que no admiten objeciones desde ningún punto de vista. Quie­nes participan en ella no son actores profesionales. Son hombres sacados de las calles de Roma, transeúntes ordinarios que probablemente asisten al cine con muy poca frecuencia, que ignoran los secretos de la representación teatral, pero que están tan íntimamente ligados al drama de la vida de posguerra, que no encuentran dificultad alguna para desempeñarse frente a las cámaras. Si a quienes actúan en Ladrones de bicicletas les hubiera sido asignado un lugar en una película de «cow­boys» o en una obra de Shaw, posiblemente la producción habría sido un fracaso. Pero fueron sacados de la vida, por un momento, y sumergidos después, en la misma salsa, en donde el único elemento extraño eran las cámaras y los demás artefactos técnicos. Pero nada más.
La actuación del niño no admite otro calificativo que el de genial. Asimilado a los recuerdos, se duda todavía de que todo lo que se le vio hacer en Ladrones de bicicletas estuvo enmarcado por la pantalla. Y resultaría interminable analizar las innumerables escenas, llenas de vívido dramatismo, que habrían bastado para que fuera extraordinaria e inolvidable esta película que tantas protestas y tan escasas manifestaciones de entusiasmo han provocado a la ciudad.






domingo, 3 de julio de 2011

El neorrealismo italiano

"Un cine casi de desesperanza y con un claro contenido social"

Aquí les dejo un claro y breve documental sobre las características del neorrealismo italiano